miércoles, 2 de noviembre de 2016

Nervios de pie

Un cuento basado en una conversación y sensaciones reales.

     Luego de un día de ajetreo callejero me dispuse volver a casa. Me detuve en una parada a esperar el bus que en pocos minutos llegó; siendo uno de los primeros en subir me senté junto a la ventana detrás del conductor. Minutos después subió un hombre unos cinco años mayor que yo y se sentó a mi lado; su aspecto me pareció extraño: el cabello desordenado, la ropa sucia con grasa y tierra, por un momento pensé que podría ser mecánico —después de todo no hay que guiarse por las apariencias—, pero hubo algo en su actitud que no me inspiró nada de confianza, por cada persona que subía, sus ojos bailaban cual detector de metales. Me temí que en los minutos siguientes sería víctima, junto con el resto de los pasajeros, de un robo.

     Seguí preocupado en mi ensimismamiento. Mantuve una lupa en mis sentidos de lo que mi acompañante pudiera hacer o decir. De un momento a otro, sin siquiera tener interés de mantener una conversación, él comenzó a hacer comentarios sobre las colegialas que iban de pie haciendo ruido con sus conversaciones ilógicas con las cuales fastidiaban al resto de los usuarios, se podía notar en las miradas. Pero hubo algo que dijo y que me dejó helado:

     —Yo estudié en ese colegio —se dirigió a mí y no siguió hasta que lo miré—, pero no era así de vago como esas estudiantes —yo asentí. Estaba casi seguro que quería crear un poco de confianza para luego robar. Siguió hablando—, me fui de ahí, bueno... en realidad me expulsaron... —y explicó el motivo, pero mi preocupación y la bulla de las colegialas no me permitieron oír, pareció percatar que no había entendido y lo repitió—: por eso fue, por intento de homicidio, por eso me expulsaron. Pero al menos yo si me sabía comportar.

     Mi corazón se detuvo por unos segundos, supuse que por alguna razón había escuchado muy mal el comentario, pero no, él mismo lo había aclarado. Comencé a mirarlo a ver si notaba algún tipo de armamento. El sudor en mi frente comenzó a aparecer, mis manos estaban teniendo espasmos, la boca de mi estómago se contrajo y mi garganta se secó en pocos segundos ¿Quién diablos se había sentado a mi lado? De pronto él hizo un movimiento que a mi vista fue sumamente extraño. La adrenalina corrió por todo mi cuerpo y rápidamente tomé la pluma de metal que tenía en el bolsillo izquierdo de mi camisa y lo clavé en su cuello.

     Lo que recuerdo ahora del momento es gente gritando, otros golpeándome, el olor de hierro en la sangre sobre mis manos y finalmente el «clic» de unas esposas. Dijeron que solo fue paranoia.


Autor:
Jorge Suárez

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