jueves, 9 de noviembre de 2017

Frases: Lo que el viento se llevó (Margaret Mitchell)

(Esto es solo una muestra de varias páginas de mi agenda donde escribí las frases mientras lo leía. No tengo la letra tan fea pero tomen en cuenta que las transcribía yendo en buses, carros por puesto, en donde me sentara y se me olvidara en qué párrafo la había visto, así que ahí está la letra de lector apuntador desesperada)

Cuando comencé a leer, como con todas mis lecturas, supuse encontraría al menos una frase/cita que me gustaría. Lo que no imaginé es que encontraría más de 100 que me pudieran gustar. Por un momento quise seleccionar solo 30 o 50 para mostrarles, pero no quiero ser nada egoísta y bueno, aquí le muestro absolutamente todas las frases que A MÍ me atrajeron y gustaron.

1. Mira que puesta de sol. No la he visto tan rojiza. Siempre se puede predecir el tiempo por las puestas del sol.

2. Sí, precisamente eso es lo que me gusta de ella. No se molesta en aparentar frialdad y despego cuando está excitada, y dice lo que se le ocurre.

3.Las muchachas dan mucha importancia a eso de ser las primeras en enterarse de semejantes cosas.

4. Sí, ya sabes cómo son los Wilkes. Tienen la manía de la música, de los libros y del teatro.

5. ¡Y su voz! Nunca podría olvidar el salto que dio su corazón cuando lo oyó como si fuese, por primera vez, lenta, sonora, musical.

6. Scarlett se iba a acostar después de haber estado sentada con él en la penumbra del porche, permanecía sin dormirse durante horas enteras y sólo la consolaba la idea de que seguramente se declararía la próxima vez que le viera. Pero la próxima vez llegaba y pasaba, y el resultado era nulo, nulo salvo en que la fiebre que la atacaba se hacía cada vez más alta y ardiente.

7. El dolor se le clavaba con el corazón tan brutalmente como los colmillos de u fiero animal. Como a través de una niebla, sintió que los ojos de su padre la observaban con una mirada entre compasiva y enojada, por tener que enfrentarse con un problema al que no encontraba solución.

8. La cólera y el amor propio herido se sobrepusieron al dolor.

9. No quiero que todo el condado cotillee y se ría de ti mañana porque hayas entregado tu corazón a un hombre que no ha pensado en ti nunca más que como amiga de la familia.

10. Más bien fue su sólida pequeñez la que le hizo ser lo que era, ya que aprendió en buena hora que la gente pequeña ha de ser robusta para sobrevivir entre la de gran tamaño.

11. Los O’Hara eran como una tribu unida, ligada en la prosperidad y en el infortunio, por excesiva afección familiar, sino porque habían aprendido durante los años dolorosos que una familia debe, para poder sobrevivir, presentar al mundo u frente compacto.

12. Gerald era simpático y los vecinos se enteraban con el tiempo de lo que los niños, los negros y los perros descubrían a primera vista, esto es, que detrás de su voz retumbante, de sus modales truculentos, se escondía un buen corazón, un oído acogedor y servicial y una cartera abierta a todos.

13. Como sucede a los jóvenes, la admiraba que la gente pudiese ser tan egoísta y olvidadiza de su dolor y que el mundo siguiese girando a pesar de su angustia.

14. Nadie había dicho a Scarlett que su personalidad, su aterradora vitalidad, era más atrayente que cualquier ficción que pudiese intentar.

15. Recordaré mientras viva la belleza de este día.

16. Frágil, delgada y tan blanco de piel que sus cabellos resplandecientes parecían haber absorbido en su masa ardiente todo el color de su rostro, estaba, sin embargo, dotada de una salud exuberante y de una energía inagotable.

17. Domarlos, pero sin violentar sus caracteres.

18. Siempre había tenido la ilusión de ser amado por una criatura bella y fogosa, ardiente y traviesa.

19. Estas increíbles palabras fueron pronunciadas por unos labios rojos, con un hoyuelo en cada lado, mientras las espesas pestañas negras bajaban deliciosamente sobre los ojos verdes.

20. Tenía en la cintura unas rosas frescas que armonizaban con sus mejillas, y sus ojos azul lirio bailaban de excitación.

21. Era un rostro dulce y tímido, pero inexpresivo, sin trucos femeninos que hiciesen olvidar a los observadores su escasa belleza. Parecía —y lo era— tan sencilla como la tierra, tan buena como el pan y transparente como el agua de primavera.

22. Desde entonces, Ashley estuvo sentado en un banco a los pies de Melanie, lejos de los otros invitados, hablando tranquilamente con ella y sonriendo con aquella sonrisa un poco indolente que tanto le gustaba a Scarlett.

23. Cuando Melanie miraba a Ashley, su rostro se iluminaba como una llama interna, pues si alguna vez se reflejó en un semblante un corazón enamorado era en el de Melanie Hamilton.

24. Scarlett tuvo la penosa sensación de que aquel hombre a quien nadie recibía era el único allí presente que sabía lo que se ocultaba bajo su salvaje alegría y que esto le procuraba una sardónica diversión.

25. ¿Por qué aquel cretino con cara de carnero venía a inmiscuirse en sus sentimientos, precisamente aquel día, en que, de tan angustiada, estaba a punto de perder la cabeza?

26. Vosotros no podéis querer la lucha. Yo he combatido y sé lo que es […] Ninguno de vosotros sabe lo que es la guerra. Creéis que es únicamente montar en un hermoso caballo y que las muchachas os tiren flores al pasar llamándoos héroe. ¡No es así señores! Es padecer hambre y coger erupciones y pulmonías por dormir en la humedad. Y, si no son estas, serán los intestinos. Sí, señores, lo que la guerra da a los hombres es eso…, disentería y cosas por el estilo.

27. Lo malo de la mayoría de nosotros, es que no viajamos bastante o que no sacamos el suficiente provecho de nuestros viajes.

28. Aunque Scarlett sintiese aún en sus mejillas el ardor de la cólera, algo en su espíritu práctico le hizo comprender que aquel hombre tenía razón y que hablaba con sentido común.
29. ¡No debes decir eso, Scarlett! No debes. No te propones decirlo. Te odiaras a ti misma por haberlo dicho y me odiarás a mí por haberlo escuchado.

30. El amor no basta para hacer un matrimonio feliz, y más cuando se trata de dos personas tan diferentes como nosotros. Tú, Scarlett, debes quererlo todo de un hombre, el cuerpo, el corazón, el alma, los pensamientos.

31. Tú puedes amar y odiar con una violencia para mi imposible. Porque eres elemental como el fuego, el viento y las cosas salvajes, mientras que yo…

32. No había ahora, en ella, nada de los correctos y ponderados Robillard, que sabían dominar en silencio la situación más violenta.

33. Había perdido el tiempo creyendo que la quería.

34. El desgraciado muchacho no solo había sido engañado en el amor que creía haber conquistado, sino también en sus altas esperanzas de honor y de gloria en el campo de batalla.

35. Sacrificios como los suyos son los que fortifican el corazón.

36. Le falla el valor de decir lo que siente.

37. Eso es una joven como no hay una en un millón. No es como las otras estúpidas, que creen en todo lo que las mamás y las institutrices dicen, y obran en consecuencia, cualesquiera que sean sus sentimientos, deseos y pequeños dolores bajo unas cuantas palabras amables.

38. Nosotros nos asemejamos, Melanie, porque amamos las mismas cosas; veía ante nosotros una larga serie de años exentos de acontecimientos, dedicados a leer, oír música y a soñar.

39. No tenía yo nada que ver con el matrimonio, pero con el amor sí, porque su amor por Ashley era diferente, era algo sagrado que le cortaba la respiración, una emoción que iba creciendo durante los largos días de silencio forzado y se alimentaba de recuerdos y esperanzas.

40. ¡Es casi como si estuviese enamorada de él! —pensó escandalizada—. Pero no le amo, ni entiendo lo que me pasa.
41. ¿Por qué no he tenido yo el valor de decir eso? —pensó Scarlett con una sensación de envidia mezclada con admiración— ¿Cómo tiene valor esa insignificancia para rebelarse.

42. Con el alza de precios el valor de la moneda disminuía y su caída marcó el resurgir de una loca pasión por el lujo.

43. La subida llegaba siempre, porque, con la disminución constante de lo necesario, los precios se elevaban cada vez más.

44. No solo especulaba con sus cuatro naves vendiendo las mercancías a precios inauditos, sino que compraba los cargamentos de otros navíos y los almacenaba en espera del alza de precios.

45. Hablo de otras verdades farsantes, que enmascaran bajo el manto del patriotismo su avidez de ganancia.

46. ¿Por qué tantas historias por un beso? Con frecuencia los hombres después de un beso se enamoraba ciegamente y se hacían extrañamente divertidos, con tal de que la muchacha tuviese la habilidad de resistirse después del primer beso.

47. Pero si él no pensaba casarse ni quería besarla, ¿qué quería? Y, sino estaba enamorado de ella ¿por qué venía tan frecuentemente y le hacía regalos?

48. Es terrible cuando una mujer no puede llorar. Yo me pregunto cómo hacen los hombres para soportar el dolor sin llorar. Quizá porque serán más bravos que las mujeres.

49. Me agrada creer que quizá te conozco mejor que los demás. Yo veo las cosas bellas escondidas dentro de ti y que los otros, observadores superficiales, no saben apreciar.

50. Una guerra de ricos hechas por pobres.

51. Y el débil estremecimiento nervioso que invadía al niño por las noches crispaba insoportablemente los nervios de su madre. En el fondo ella estaban tan asustada como él, pero le irritaba aquella faz tensa y desencajada se lo recordase en cada momento.

52. Creo que si le gusto es precisamente por ser como soy. Ha conocido usted tan pocos hombres desvergonzados en su apacible vida, que el hecho de que yo lo sea y me diferencie de los demás es lo que le hace encontrarme agradable.

53. Pero hay muchas mujeres encantadoras y con cualidades inútiles como las suyas.

54. La deseo más que he deseado jamás a una mujer. Y esperado más por usted que por ninguna otra.

55. Salga y no vuelva más. Se lo digo de veras. No vuelva con papelitos de horquillas ni con cintajos creyendo que así le perdonaré.

56. El fragor y el aspecto de todas las cosas parecían presagiar el fin del mundo.

57. ¿Por qué el estómago tenía la memoria más sensible que el cerebro?

58. No se detenía a pensar que el mundo ordenado de Ellen había desaparecido, siendo sustituido por un mundo brutal, un mundo en el que todo patrón, todo valor, eran distintos.

59. No había llorado de veras desde que regresó a su hogar, y estaba segura de que tan pronto como abriese las compuertas al llanto, todo aquel valor tan celosamente conservado desaparecería en la corriente.

60. Scarlett levantó la vista hacia aquellos ojos intensos y comprendió que podía decir la verdad sin llorar.

61. Niña, mala cosa es para una mujer tener que soportar lo peor, porque después que le ha ocurrido lo peor ya no puede temer nunca nada.

62. Scarlett, procura tener siempre algo que te infunda miedo… lo mismo que te debe quedar siempre algo que amar.
63. Eres una de esas personas a las que la guerra no ha cambiado en lo más mínimo, y sigues pensando y obrando como si no hubiese pasado nada…

64. Los corazones más ansiosos solo pueden soportar la ansiedad hasta cierto límite.

65. Nunca tenía nada que decir, nunca parecía desplegar gran energía, nunca parecía tomar gran interés en todo lo que se hacía en derredor suyo; pero todo lo sabía, con respecto a todos y cada uno de los habitantes de Tara. Y hacía cosas. Las hacía silenciosamente, pacientemente, competentemente.

66. Le parecía como si estuviese dando cabezazos contra un muro de piedra. ¡Y habían sido tantos los muros de piedra contra los que se había estrellado su cabeza durante el año último.

67. ¿De qué le servía trabajar y luchar y agotarse? Al final de cada combate parecía que acechaba la derrota para burlarse de ella.

68. ¡Estaba ya tan cansada, tan cansada, tan aburrida, tan irritada, tan harta de todo!

69. Ya sé lo que piensas, querida. Piensas: «He aquí un imbécil que no sirve para nada, diciendo majaderías acerca de dioses muertos cuando son los vivos los que están en peligro».

70. No estoy en disposición de hacer nada en el mundo, porque el mundo al que yo pertenecía ya no existe.

71. Y cada día que pasa veo más y más cuán inútil soy para ponerme al nivel de la situación en que nos halamos todos. No ha día en que todo mi maldito horror a las realidades no me haga más difícil afrontar las realidades nuevas. ¿Comprendes lo que quiero decirte?

72. Es una maldición ese afán de no querer mirar las realidades escuetas.

73. Emitía las palabras lentamente y como con dificultad, cual si le hiciese daño hablar, y parecía quedarse pensando luego con tristeza en lo que acababa de decir.

74. —Pero Ashley, ¿qué es lo que temes?
    —¡Oh, cosas sin nombres! Cosas que parecen tonterías cuando se quiere expresarlos con palabras. En su mayoría, cosas que surgen porque, repentinamente, la vida se ha hecho demasiado real, porque uno se ha puesto en contacto, en contacto demasiado personal, con algunos de los simples hechos de la vida.

75. Me importa mucho9 haber perdido todo lo que había de bello en la vida de antes, para mí tan grata.

76. Yo pertenecía a esa vida. Formaba parte de ella. Y ahora ha desparecido, y me hallo fuera de lugar en la vida, y tengo miedo.

77. Ahora sé que, en otros tiempos, lo que yo veía no era más que un desfile de sombras. Yo eludía todo lo que no eran sombras, las gentes y las situaciones que eran demasiado reales, demasiado vitales.

78. También me esforzaba por eludirte a ti, Scarlett. Tú estabas demasiado pletórica de vida, era demasiado real, y yo era lo bastante cobarde para preferir sombras y sueños.

79. Yo había levantado una barrera de protección contra las gentes, toda mi vida. Mis escasos amigos los había seleccionado muy cuidadosamente. Pero la guerra me enseñó que yo me había creado un mundo mío, en lo que sólo había figuras de ensueño. Me enseñó lo que realmente son las personas, pero no me enseñó a convivir con ellas.

80. Tú, Scarlett estas agarrando la vida como a un toro por los cuernos y retorciéndoselos a tu voluntad.

81. Pero ¿dónde puedo yo encajar ahora en el mundo? Te digo la verdad: tengo miedo.

82. Mi pequeño mundo interior se había disipado por completo, invadid por genes que no pensaban como yo, y cuyas acciones me eran tan ajenas como las de un hotentote.
83. Eran siempre como dos personas que se hablan una a otra en diferente lenguaje.

84. No puedo hacer que me entiendas porque tú posees un corazón de león junto con una completa ausencia de imaginación, y te envidio ambas cualidades. A ti, jamás te importará afrontar realidades, y jamás ansiarás escapar de ellas, como yo.

85. Te quiero. Te quiero por tu bravura y tu tenacidad, y tu brío y tu implacable dureza.

86. Y este gesto penetró en su corazón mucho más profundamente que cualesquiera palabras que ella pudiese haber dicho.

87. Ahora, no experimentaba ya ella ningún sentimiento de vergüenza, o de decepción, o de amargura; sólo sentía flojedad en las rodillas y un gran vacío en el corazón.

88. Una curiosa sensación de ligereza, de liberad, se difundió por todo su ser ahora que su corazón había quedado acorzado contra todo lo que la ligaba todavía a los tiempos que se fueron.

89. Vio entonces que este sentimiento era el mismo que había experimentado ante Ashley. Con él y con todas las personas de su clase —y estas constituían la mayor parte del mundo de ella— se sentía apartada de algo, de algo que le era imposible adivinar.

90. Siempre he creído que las mujeres poseían un temple y una resistencia desconocidos para los hombres a pesar de la bonita ficción que me enseñaron en la niñez de que las mujeres son seres frágiles, tiernos y sensitivos.

91. No me reía de usted. Me reía de la gran diferencia que hay entre lo que parece usted ser y lo que es realmente.

92. Después de todo un hombre puede admirar la mente y el alma de una mujer y ser no obstante un dignísimo caballero y un hombre fiel a su esposa.

93. La prensa estaba tan amordazada, que nadie podía protestar públicamente contra las injusticias o las depredaciones de los soldados, y toda protesta individual tenía pena de prisión. Las cárceles rebosaban de personalidades que se pudrían en los calabozos esperando ser juzgadas. Los jurados de los tribunales y la ley del «habeas corpus» estaban prácticamente abolidos. Los tribunales civiles todavía funcionaban, pero sometidos por entero al capricho de las autoridades militares, a las que no les importaba demasiado el cambiar las leyes a su gusto. Practicábanse  detenciones en masa. A la menor sospecha de haber tenido propósitos sediciosos contra el Gobierno o de ser afiliado a Ku Klux Klan, se iba a la cárcel, y para esto también bastaba con ser acusado por un negro de «haberle faltado el respeto». Las autoridades no exigían pruebas ni testimonios. Bastaba una simple denuncia. Y, gracias a las incitaciones de la Oficina de Hombres Liberados, siempre había negros dispuestos a denunciar a cualquiera.

94. Si usted ha buscado sencillamente no obrar como las demás señoras, ¡Y fe mía que lo ha logrado! Ya le he dicho que la sociedad no quiere que nadie se destaque.

95. Me gustan los niños, hasta que empiezan a crecer y se ponen a pensar y a mentir como los mayores; en fin, hasta que se mancha su alma.

96. ¡Cómo! ¿Cambia usted la conversación en el momento en que le abro mi destrozado corazón, desbordante de amor?

97.Ya pensaré en estas cosas mañana, cuando tenga fuerzas para soportarlas.

98.Si seguía hablando de él, se desharía en llanto y no quería ponerse a llorar antes de encontrarse con Will en medio del campo, lejos de todas las miradas indiscretas.

99.Nadie, excepto el padre, cegado por el cariño, pudo encontrar en ella belleza alguna, pero los vecinos llevaron su caridad hasta decir que todos los niños feos podían llegar a volverse guapos.

100.Rhett aparentaba un tono ligero, pero en sus ojos llameaba la ira.

101. Le tengo compasión, porque más valdría que se hubiera muerto, lo desprecia, porque no sabe de qué lado volverse, ahora que el mundo de sus sueños ha desparecido.

102. Los hombres nunca son demasiado viejos para hacer locuras.

103. Por primera vez en su vida lamentaba algunos de sus actos, y lo lamentaba con un temor supersticioso que parecía envolverla y que hacía lanzar largas miradas de reojo al lecho en el cual había reposado con Frank.

104. Le producía el efecto de tener un resorte en tensión bajo su aparente calma, de tal forma que ella se echó hacia atrás algo asustada.

105. Ya le he dicho porque hablo de ella. Me marcho fuera mañana y soy un enamorado demasiado ardiente para contener mi pasión por más tiempo. Pero tal vez he estado demasiado precipitado en mi pretensión.

106. No debe haber pasado inadvertido para su perspicacia que la amistad hace mucho tiempo sentía hacia usted ha madurado convirtiéndose en un sentimiento más hermoso, más puro, más sagrado ¿Me atreveré a decirle su nombre? ¡Ah! Es el amor lo que me hace tan atrevido.

107. Me quedaré por estos alrededores y tocaré la guitarra debajo de su ventana todas las noches, y cantaré con toda mi voz, y la comprometeré hasta que tenga usted que casarse conmigo para salvar su reputación.

108. Antes que pudiera ser de nuevo dueño de su imaginación los brazos de él la rodearon tan fuertemente como aquel día, hacía tanto tiempo, en el oscuro camino de Tara.

109. De nuevo sintió la embestida brutal, el naufragio de su voluntad, la oleada de calor que la dejó inerte.

110. Él inclino la cabeza por encima de su hombro y la besó, suavemente al principio, y luego con una creciente intensidad que la obligó a cogerse a él como a lo único firme en un loco mundo vacilante.

111. La boca insistente de Rhett se apoyaba en los temblorosos labios de Scarlett, haciendo vibrar todos sus nervios, evocando en ella sensaciones que nunca se había creído capaz de sentir.

112. Y antes de que el vertido se apoderara de ella se dio cuenta de que le estaba devolviendo sus besos.

113. Su boca estaba de nuevo unida a la de Scarlett y ésta se rindió sin lucha, demasiado débil para volver la cabeza sin sentir siquiera el deseo de volverla. Su corazón palpitaba con fuertes latidos. Sus nervios se relajaron.

114. Su boca se posaba sobre la de ella y sus ojos estaban tan cerca que parecían enorme, llenaban el mundo.

115. Ser besado de aquel modo le resultaba extraño, pero también agradablemente excitante.

116. ¿No has tropezado nunca, en las novelas que has leído, con el gastado truco de la mujer indiferente que llega a enamorarse de su propio marido?

117. Nunca he oído tan profundo verdad expresada más sucintamente.

118. Has dicho bastante a menudo que no te importaba lo que los demás pudiesen decir de ti. ¿Por qué no lo demuestras? Sabes que te has expuesto a la crítica tantas veces en las cosas pequeñas, que no puedes esperar escapar de las habladurías en este asunto tan importante.

119. Lo más interesante en él era que, aun en sus arranques de pasión sazonadas unas veces con crueldad, otras con irritante burla, parecía siempre dominarse, conteniendo siempre sus pasiones.

120. Se enteró de que su voz podía ser unos ralos suaves como la piel de un grato y quebrarse y estallar en juramentes de repente.

121. Rhett podía ser un amante ardiente, casi tierno, por un breve espacio y casi inmediatamente cambiarse en un demonio burlón, que rasgaba la cubierta de su ardiente temperamento, le prendía fuego y se burlaba de la explosión.

122. Ella aprendió de él a usar palabras picantes y gustaba de sazonar con ellas su conversación porque esto le traía admiradores.

123. Era demasiado enigmático para romperse la cabeza intentando descifrarlo.

124. Te estoy dirigiendo con riendas muy flojas, pero olvides que, a pesar de todo, llevo látigo y espuelas.

125. Lo que piensen de ella en sus mezquinas mentes me importan poco, pero lo que digan de ella en mi propia casa y al alcance de mi oído, eso es asunto mío.

126. A las primeras palabras, los ojos de Melanie se llenaron de lágrimas, pero volvieron a adquirir la expresión de ira al terminar de hablar.

127. De repente sus palabras empezaron a precipitarse, rápidas, ardientes, con un odio inflexible en voz queda.

128. No se daba cuenta de que un golpe había roto para siempre el frágil lazo que hasta entonces la había mantenido unida a los viejos tiempos, a los viejos amigos.

129. En aquella mezclada sociedad, reunida por las exigencias políticas, solo había una cosa común: el dinero.

130. Scarlett estaba segura de que él daría cualquier cosa que le pidiese, que contestaría a cualquier pregunta que le hiciese, siempre que fuese hecha francamente, sin rodeos, y que le rehusaría cualquier cosa que quisiera obtener por medio de indirectas, insinuaciones o astucias femeninas.

131. Tenía el desconcertante don de leerle el pensamiento y se reía de ella rudamente.

132. Bajo su mirada, él se tornó de nuevo blando e inexpresivo, como si lo hubiera cambiado por arte de magia.

133. Los días más felices son los días en que llegan los bebés.

134. Todo lo que él toca lo emponzoña. Y te ha cogido a ti, que eras tan dulce tan generosa, tan buena, a pesar de todo tu atolondramiento, y ha hecho de ti esto… Endurecerte, embrutecerte con su contacto.

135. A su contacto, ella comprendió que, sin darse cuenta de ello, había estado deseando que esto ocurriese. Todo aquel alegre atardecer había estado esperando el calor de sus manos, la ternura de su mirada, una palabra que indicase que él la quería.

136. ¡Qué extraño que el contacto de su mano no la emocionase! Antes, su sola proximidad la hubiera hecho estremecerse. Ahora sentía una curiosa sensación de calurosa amistad y de satisfacción.

137. Hemos caminado por caminos por los que nunca habíamos pensando caminar. Tú has llegado rápida y directamente, yo despacio y de mala gana.

138. Algunas veces no puedo menos de preguntarme qué hubiera sido de mí sin ti.

139. No, no estoy triste. Ya no lo estoy. Lo estuve hace tiempo. Ahora solo estoy…

140. Si tuviera dinero, y seguridad, y a ti —pensó, mirándole con ansia—, habría llegado adonde deseaba ir.

141. Su mente empezó a luchar; bajo los ojos. El sonido de su voz, el contacto de su mano, estaban abriendo suavemente puertas que ella había cerrado para siempre. Tras aquellas puertas estaba la belleza de los pasados días, y una triste ansia de ellos surgió en su interior. Pero sabía que, por muy bello que fuera, lo que había al otro lado de aquellas puertas era algo que tenía que permanecer fuera. Nadie puede atravesarlas con una carga de tristes recuerdos. Nadie, absolutamente nadie.

142. Durante un largo momento se miraron a los ojos, y entre ellos estaba la feliz juventud perdida que tan inconscientemente habían compartido…

143. ¡Pero estamos hablando como hablan los viejos! Los viejos que miran cincuenta años atrás. Y nosotros no somos viejos. ¡Es simplemente que han ocurrido tantas cosas! Ha cambiado todo tanto, que parece que pasaron cincuenta años. Pero no somos viejos.

144. No debía haberlo dejado que me hiciera mirar atrás —pensó con pena—. Yo tenía razón cuando decidí no hacerlo nunca. Hace demasiado daño. Le arrastra a uno el corazón hasta que no se puede hacer otra cosa que mirar atrás.

145. No puede ver el presente, teme al futuro y por eso mira al pasado.

146. Leía en ella como en un libro. Siempre había leído en ella y era el único hombre en el mundo a quien hubiera querido ocultar sus verdaderos pensamientos.

147. Algunas veces pienso que le ocurre lo que al gigante Anteo, que se hacía más fuerte cada vez que se ponía en contacto con la madre tierra.

148. La disgustaba ver lo poco que ahorraban. No sabía adónde iba a parar el dinero. Ashley le daba lo suficiente para el manejo de la casa pero en cuanto había algún gasto extraordinario se veían apurados.

149. No pienses que te crítico. No es así. Es que vemos las cosas desde distinto punto de vista, y lo que para ti está bien puede no estarlo para mí.

150. Me acuerdo —dijo Ashley cansadamente— pero preferiría no acordarme.

151. La política puede hacer cambiar las amistades. Es una vulgaridad decirlo, pero es una verdad.

152. Tu noble peroración me había hecho temer que tu corazón hubiese cambiado, pero ya veo que no eres más sincero ahora con los demócratas que en los demás asuntos.

153. Nada de cambio de corazón sencillamente, un cambio de piel. Es posible que puedas borrar las manchas de piel de un leopardo, pero seguirá siendo un leopardo a pesar de todo.

154. Durante aquellas semanas se habían encontrado y hablado tan cortésmente como extraños que se encuentran en las impersonales paredes de un hotel, compartiendo el mismo techo, la misma mesa, pero sin compartir nunca los unos los pensamientos de los otros.

155. Si yo he sido siempre fuerte era porque ella estaba detrás de mí —dijo él con voz entrecortada. Y volvió a mirar el guante y acarició los dedos—. Y… y toda la fuerza que yo he tenido se está yendo con ella.

156. Es el único sueño que he tenido en mi vida, un sueño que vivía, respiraba y no se desvanecía frente a la realidad.

FIN DE LAS FRASES
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