Hace bastante tiempo que no subía ninguno de aquellos viejos cuentos cortos que aún guardo, así que aquí dejo uno escrito en el 2014, inspirado en una realidad de mi adolescencia.
Hojas pasadas bajo un árbol.
Me es imposible olvidar aquellos días que construyeron parte de mis gustos actuales. Luego de llegar de clases y almorzar, subía en mi bicicleta y pedaleaba lo más rápido que podía las cinco cuadras que me separaban de la casa de mi mejor amiga (nos conocíamos desde siempre), nos sentábamos en enormes piedras al pie del árbol de manga a mediados de julio, casi siempre a la misma hora todos los días. Era una rutina que nos gustaba compartir y que sin darnos cuentas se había vuelto un ritual bastante agradable. Entre comentarios surgía el «Busca el cuchillo» que cualquiera de los dos emitía para luego bajar una de las mangas pintonas(*) y comerlas. O sino era yo quien decía:
—Busca el libro —le animaba.
—Búscalo tú.—No búscalo tú.
Depende el ánimo que tuviéramos, por saber qué le seguía ocurriendo al personaje del libro, uno de los dos cedía y buscaba el libro. Yo lo leía mientras comíamos manga, perdiéndome en la lectura e imaginación, ella en la suya y mi voz.
*Fruta similar al mango, de mayor tamaño y a medio madurar.
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