Fue un cuento que escribí en mayo del 2014. Con apenas 302 palabras narra el anhelado encuentro de una joven que espera su cita conocida por internet. Pero la espera no es la mejor y mucho menos la aparición de su cita.
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Se le notaban los nervios mientras esperaba sentada en el banco de cemento agrietado de la solitaria plaza del centro de la ciudad. Su anhelada cita llegaría puntual, eso le había dicho. Mientras esperaba recordó cómo había iniciado todo:
Andrew Silva, con cero amigos en común, la había agregado a esa red social. Ella lo aceptó sin importar que Andrew tuviera solo una foto de perfil subida hacía dos años atrás donde las sombras jugaban a su favor y poco se le detallaba el rostro, y ella tuviera más de 200. Luego comenzaron las simples charlas, un cómo estas, qué haces, qué tal te fue. La quinceañera comenzó a sentirse querida por aquel nuevo conocido a distancia que le fue brindando el cariño que necesitaba en su corta vida.
Ella acababa de salir de una relación hacía cuatro meses, que era la causa actual de su depresión; sintió que no tenía nada de malo conocer a alguien que se había su cariño y que sólo veía por la única foto en la que tenía fe del apuesto joven.
Llevaba media hora y Andrew no llegaba. Miraba y nada. Vio un señor pasear a su perro. Luego una niña con su madre. Después nada. Nadie.
Suspiró, un sentimiento de traición comenzaba a arraigarse. De la nada apareció una mano por detrás de su hombro derecho, otra por su costado. La primera le tapó la boca y nariz con un pañuelo negro húmedo, la otra pasó por debajo de sus nacientes senos, haciendo presión hacia un cuerpo extraño. Solo hubo quejidos ahogados que nadie oyó. Luego solo habló el viento. Una zapatilla azul con negro, un pañuelo con formol y fibras de un guante de herrero serían las únicas pistas para el expediente de un futuro caso.
Lastima que ella nunca pudo ver el rostro de su verdadero Andrew envejecido.
©Jorge Suárez 2014.
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