domingo, 25 de abril de 2021

Beso Mortal - Capítulo 8.

Obra de Nicola Monto, 1810.


CAPÍTULO 8.


Aquel fue solo uno de los primeros encuentro a los que me sometí por mi propia voluntad, otros no lo fueron tanto pero igual terminaba cediendo. En el fondo sentí que el poder que según me revestía era de pura fantasía, pues a los deseos de la carne siempre me sentía doblegada, indefensa y la única solución que hallaba era alimentarlos. Doy gracias al cielo que Paolo estuvo la mayoría de veces para complacerme.


Esa tarde en que mi doncella me había descubierto tuve que confesarle todo lo ocurrido y fue mi alma libre de tanto secreto, sin embargo me aconsejó que todo era un error el cual acepté. Estaba tan sumergida que parecía no importarme aunque en el fondo sí. Me instó a dejar todo hasta allí y respondí que lo pensaría durante el resto de la noche. Apenas dio la espalda y dijo «Arréglese la trenza, usted no la tenía inclinada hacia ese costado» supe que alguien más de detallista como ella pudo haberse dado cuenta y junto a ese pensamiento también se esfumó el de la reflexión.


Me seguí encontrando con Paolo en el mismo bosque hasta un mes antes de dar a luz sin importar el crecimiento de mi barriga. Llegó el tiempo y finalmente pude tener a Concordia en mis brazos, una niña hermosa. El orgullo de tenerla no fue tan considerado como ocurrió cuando nació el varón Francesco, quien fue proclamado como un regalo del mismísimo Dios porque sería él quien mantendría el poder en las tierras de Rímini.


Por algunas temporadas visité a mi padre en Rávenna y me quedaba mientras Gianciotto seguía en sus quehaceres conflictivos a los que regresaba orgulloso, a ese hombre costaba verle la alegría en el rostro. Los rasgos de un lado lucían derretidos como una vela. Los niños de la calle se reían de él, supuse habría tenido una infancia dura pero ya era un pasado que no valía revivirlo con lástima. Luego regresaba a Rímini para reiniciar mis encuentros con Paolo que no siempre fueron íntimos, en otras ocasiones para despistar a varios solo caminábamos, incluso invitaba a Orabile y juntas nos burlábamos de cualquier barbaridad que él dijese. Una que otra ocasión Gianciotto asistía. Lo que nunca faltó fue el instante en que ambos quedábamos solos y así fuera un beso dejaba en mis mejillas o labios.


Con esta tarea romántica traicionera llegamos a 1282, época en la que caí entristecida y nadie excepto yo, supo qué me ocurría. Quise alegrarme porque cumpliría veintitrés años aunque no sentí entusiasmo. Ese año Paolo resultó elegido como Capitán del pueblo de Florencia. También lo celebramos con una gran fiesta en donde me hizo el amor bastante rápido antes de irse a disfrutar con su esposa. Me alegré por él, lo triste fue que los encuentros disminuyeron bastante, las ocupaciones lo comenzaron a envolver y me sentí la amante celosa que quería reclamar atención pero no podía. Para Orabile esto era normal, pues él se la pasaba más metido bajo mis faldas que las de ella, eso a mí me resultó complicado.


Recuerdo lo tuvimos que conversar una tarde y me prometió tiempo de donde no tenía. Los primeros meses fue imposible, casi no me tocó y mi cuerpo y mente lo pedían a gritos. Fueron meses de tristeza implacable en la que bajé de peso rápidamente, el llanto no me abandonaba por las noches y cuando Gianciotto me preguntaba qué ocurría, le mentía con alguna dolencia que en la mañana desaparecía y regresaba en las noches. Llamaron a un médico y preocupado pidió que me dejaran descansar de cualquier actividad, necesitaba distraerme con algo recreativo. Todos estuvieron de acuerdo. Yo moví la cabeza de arriba abajo pensando que lo único divertido era que Paolo me volviera a frecuentar.


Las sospechas comenzaron a hacerse palpables para él, de seguro alguien se lo comentó porque su vigilancia se intensifico, mandaba a guardias a que me siguieran. Esto solo hizo sumergirme más en mi pesadez. De nuevo acudió el médico y me excusé atosigada de atención; su recomendación hacia mi esposo fue «Dele algo de libertad». Gianciotto también mintió diciendo que era por preocupación, sin embargo tuvo que aceptar. El pobre vivió junto conmigo y Paolo, aunque no lo supiera, uno de los peores años.


Terrible fue el susto en una ocasión en casi nos descubre en la biblioteca. Paolo, en pleno conocimiento de las tareas de su hermano, dejó a Orabile con su familia y acudió a mí, era uno de esos días en que nos reencontramos luego de varias semanas. Sin mediar tantas palabras, porque el tiempo apremiaba, le indiqué pasara a la biblioteca porque según conversaríamos el futuro de la educación de mi amada Concordia. Apenas tenía un año y era absurdo pero como a nadie le interesaba no prestaron atención en lo incoherente. Gianciotto se había marchado esa mañana y tenía entendido regresaría si acaso en la noche. Pedí al servicio no interrumpir y a Paolo que trabara la puerta con una de mis bufandas atada a las manijas.


A pesar de la pasión que me hizo revivir recostada en aquel largo mueble, fue incómodo porque no podía dejar mi voz salir como quería. Supimos silenciarnos y disfrutar de nosotros combinando movimientos. Luego él se sentó y yo hice lo respectivo para continuar con lo propuesto. No nos quitamos toda la ropa como hubiéramos querido por si alguien se le ocurría tocar o querer entrar, así que aunque la tela estorbaba no nos impidió sentirnos a plenitud. Pudo poseerme completamente y yo satisfecha lo sentía llegar hasta el fondo de mí que lo demostraba ahogando mis quejidos. En ese preciso momento ocurrió lo impensado. Alguien tocó la puerta con tanta insistencia que creímos eran los niños, así que ni por nervios detuve el ritmo de mis cortas sentadillas sobre su regazo. Sus manos se paseaban por mi espalda, la única vista que tenía, el resto era solo sensación. Cuando el ruido retumbó hizo ademán de querer levantarme para acomodarse pero con mi espalda y peso lo retuve. Le susurré que se quedara tranquilo, no debía ser nada grave. Los sonidos continuaron insistentes y supe, por lo fuerte que sonaban, que no eran los niños. Allí salté y abandoné el placer para dejar caer mi vestido como si nada pasara, a diferencia de Paolo quien tenía que esconder su prominente reacción y no era algo fácil de hacer en el momento y menos por las dimensiones.


Hizo lo que pudo, aunque siguió siendo notable, y nos acercamos los dos a la puerta para saber quién era. La voz de Gianciotto desaforado pedía que abriéramos, el empuje que le daba a la puerta lo dejaba entrever hacia dentro pero gracias al cielo que no en el ángulo donde estábamos nosotros, sino hacia una de las cortinas del fondo. Paolo comenzó a hablar algo que no comprendí sino hasta que fue desatando la bufanda. En la última desenvoltura entró su hermano furioso preguntando qué ocurría y Paolo, como si nada, siguió hablándome, explicó que aquella tela, como veía, era de excelente calidad porque ni su hermano con su tamaño y fuerza, pudo romperla empujando desde afuera, por tal razón me aconsejaba en regalarle una así a Orabile el día de su santo o incluso una para mí misma.


Gianciotto en medio nuestro parecía un niño perdido. Nos miró a nosotros, al fondo del salón, otra vez a nosotros. Fue momento de intervenir y preguntar que era esa actitud de bestia. Él quiso explicarse con una mentira pero no la consiguió, en cambio dijo que me creyó encerrada y que la puerta no cedía. Retomé el discurso de Paolo en el que supuestamente me explicaba los orígenes de la tela, calidad y que sería un excelente regalo. «Muchas gracias Paolo» dije retirándome y los dejé solos. Me enteré después que Gianciotto había hecho un comentario curioso sobre la reacción de Paolo que aún se notaba, éste se había excusado diciendo que le hacía falta su esposa pero se encontraba en casa de su madre. Gianciotto enseguida cambió de tema pero según Paolo, en su mirada parecía alumbrar algo de sospecha.
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De esta manera la historia parece que crece y pudiera extenderse pero no será así, solo quedan 2 capítulos en los que podrías revivir pasión y sorprenderte de los hechos.
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Si te perdiste el capítulo anterior, puedes leerlo aquí: CAPÍTULO 7.

Para seguir leyendo:
 

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